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viernes, 11 de abril de 2008

La Tormenta.


Las tormentas en nuestras vidas son las crisis que como seres humanos nos enfrentamos permanentemente, son necesarias para crecer. Las tenemos grandes –pequeñas pero hay algunas que son como huracanes que nos prueba en todo sentido. Siendo estas las que nos causa miedo al extremo de paralizarnos pareciendo que se lleva nuestro ultimo aliento de vida.
En esos momentos buscamos la persona que nos escuche.
¡Solo que escuche! y que no diga por qué no debería de sentirnos así, lo cual nos lleva al respeto de los sentimientos.
Cuando estamos escuchando al otro tenemos que ponernos en su lugar, en lo que está sintiendo y sufriendo.
¿Cuántos errores evitaríamos? ¿Cuánto dolor innecesario?

La persona que escucha puede generar una luz de esperanza en medio de la oscuridad más tenebrosa; y sabe que una fuerza superior les empuja y ayuda a la otra persona ascender por las cuesta escarpada de la vida en esos difíciles momentos y, cual luz divina, ilumina el caminos más oscuro.
¡Que bendición para sus vidas! y para nuestras vidas son estas personas que amorosamente nos tienden sus manos y nos cobijan como niños para calmar nuestros miedos.
MEDITACION:
Marcos 4:35-41 registra una tormenta que amenazó a la barca que llevaba a Jesús y a Sus discípulos sobre el Mar de Galilea. Presos del pánico, los discípulos despertaron a Jesús. Calmadamente, Él reprendió al viento y al mar diciendo: «¡Cálmate, sosiégate!» (literalmente «silencio») como si estuviese tranquilizando a un niño agitado (v.39). De inmediato, la tormenta se detuvo y las aguas se volvieron inexplicablemente apacibles. Los discípulos preguntaron: «¿Quién, pues, es este que aun el viento y el mar le obedecen?» (v.41).

 CUANDO CONFIAMOS EN EL PODER DE DIOS, SU PAZ IMPIDE QUE ENTREMOS EN PÁNICO.

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